sábado, 22 de abril de 2017

Cartografiando emociones. Nuestra rabia (II)

Decíamos hace poco que la rabia, más allá de la intensidad con que se presente, siempre alienta en nosotros un irrefrenable diálogo interno. Un ´run-run` lleno de razonamientos adversos, pero a la vez profundamente persuasivos. Por eso, teniendo en cuenta que siempre se va a relacionar con hechos donde, o hemos estado haciendo más de lo que queremos, o algo ha sobrepasado nuestros límites, vendrá bien examinarla internamente antes de darle rienda suelta.

Ello nos permitirá contactar con la naturaleza de nuestra fragilidad, precisando el tipo de situaciones ante las que nos sentimos invadidos. Pero sobre todo, nos posibilitará descubrir las creencias limitantes que, como interruptores inconscientes, activan nuestro enjuiciamiento de los hechos; nuestro predisponernos a determinadas lecturas y vivencias. Dos cuestiones que nos ayudarán a gestionar la emoción, pero también poner su energía a nuestro servicio.

Pero volvamos sobre las creencia limitantes que activan la reacción. Ello porque no debemos olvidar que cuando algo o alguien nos enfada o irrita, son en realidad nuestros juicios y criterios los que nos determinan emocionalmente. De ahí el intento, antes que nada, de no ser arrebatados por la representación o interpretación que tenemos de las cosas.   


En el caso de la rabia, puntualmente frente a la sucesión de pensamientos siempre vinculados a la misma, será fundamental aprender a quitar peso a nuestras certezas y buscar lo más pronto posible un punto de vista diferente a los que nos son habituales. De no hacerlo, seremos nosotros mismos quienes nos provocaremos una irritación mucho más intensa que la dada al comienzo de la secuencia.

De esta manera podremos evitar el secuestro emocional que tantas veces dejamos se produzca frente a lo que nos supera, pero también el debilitamiento de nuestras resistencias.
Acaso no sabemos que cuando gestionamos mal nuestros enfados, nos hacemos cada vez más sensibles e irritables, predisponiéndonos a enojarnos por razones insignificantes de modo cada vez más frecuente.