martes, 16 de febrero de 2016

Cartografiando emociones. Nuestros miedos (I)

De entre las emociones digamos que problemáticas, el miedo y su particular variable: la ansiedad, en tanto cara y cruz de una única experiencia, son sin duda las más incómodas. De hecho, ante la amenaza que las determina, inquietud y zozobra se instalan invasivamente en nosotros. Por eso será tan importante saber cuándo hablar de una y otra. Solo cuando la amenaza es definida, estamos ante el miedo, o el pánico según sea el objeto al que temer. Pero cuando la amenaza es indefinida, cuando su objeto es un producto intrapsíquico, o lo que es lo mismo, solo existente dentro de nosotros (y ello también de manera bastante imprecisa) la cosa cambia. Estamos en este caso ante la ansiedad. Molestísima y extraña alerta ante intuidos peligros para lo que son nuestra identidad y autoimagen. De ahí su poder más inhibidor; ello por afectar precisamente a lo intelectual y cognitivo.

De todos modos no siempre la ansiedad es tan negativa. Muchas veces puede ayudar a afrontar las situaciones insólitas de la vida, o simplemente a registrar que el límite y la vulnerabilidad son parte de la naturaleza humana. En este sentido, estaríamos frente a la ansiedad causante del llamado estrés positivo. Con todo, toca detenernos en aquellos casos donde ésta sí se convierte en un auténtico problema. Precisamente por no comprender la persona, la causa de su malestar dado que su capacidad de juicio está siendo afectada. Entonces su emotividad se manifestará como la de alguien asustadizo e irritable, tendiendo a reducir al máximo sus relaciones interpersonales. Con lo cual vemos que quedan afectados tanto el plano íntimo como el social. El mundo de nuestro ´estar` con nosotros mismos, los amigos, la pareja, y el mundo de nuestro ´estar` más colectivo, menos individual.

Los estudiosos del tema suelen señalar cinco esquemas para cada área. Cinco ´formas del miedo` para el plano intrapersonal y cinco para el interpersonal. Formas que genéricamente identificamos como miedos, pero que sabemos aluden o son el germen de nuestras ansiedades. Dentro de la primer área, comencemos por el denominado ´esquema del abandono`. 

Enraizado en las pérdidas reales o simbólicas, produce tristeza y sensación de aislamiento. De ahí sus estrategias más firmes: agarrarse con fuerza a lo que tememos perder, no emitir quejas ni necesidades, e incluso abandonar las relaciones para evitar ser abandonados. ¿Qué remedio sugerir ante semejantes reacciones? Pues admitir que sentirse bien, aún en soledad, no es ningún contrasentido. Que ser felices de modo radical depende de una decisión personal. Pero en breve, más…