viernes, 5 de septiembre de 2014

La PNL y la anti-psiquiatría norteamericana

    Para cuando en 1972 Bandler y Grinder se deciden a estudiar a Fritz Perls (1893-1970), Virginia Satir (1916-1988) y Milton Erickson (1901-1980), vivían en California cerca de Gregory Bateson (1904-1980), el famoso antropólogo británico que desde hacía dos décadas venía, entre muchas otras cosas, escribiendo sobre comunicación y teoría de sistemas [O´CONNOR-SEYMOUR, Introducción a la PNL, Urano, Barcelona, 1992, p. 29]. Pero la influencia innegable del último en la gestación y la maduración del producto a punto de elaborarse, debe a su vez enmarcarse en lo que podríamos llamar la convergencia de una generalizada inquietud por parte de la sociedad norteamericana de entonces y un desarrollo teórico insólito y de calado. Pero vayamos por partes.
   La inquietud a la que nos referimos guarda relación con el denominado movimiento anti-psiquiátrico. Una amplia reacción anti-analítica, compleja y ambigua, que a partir de los años ´60 y durante todos los ´70 pretendió ser expresión de continuidad y de ruptura con el viejo modelo de intervención médico-psicológico estadounidense. En efecto, en tanto reacción contra el psicologismo que lentamente había devenido en vertebrador perfecto de las estrategias de control de las disfunciones sociales y políticas por parte del liberalismo capitalista, el movimiento anti-psi fue capaz de generar tecnologías capaces de ir desde lo conductista hasta la configuración de los llamados centros Erhard Seminars Training (EST), pasando por las terapias gestáltica, familiar, transaccional o sexual [CASTEL-CASTEL-LOVELL, La sociedad psiquiátrica avanzada. El modelo norteamericano, Anagrama, Barcelona, 1980, pp. 248-278]. En el fondo, respuestas a las búsquedas de los hijos de las emergentes y liberadas clases medias que llegarán a determinar tanto la democratización y simplificación de lo terapéutico, como el surgimiento de nuevos círculos de amigos para con lo psíquico.
    De este modo, frente a un discurso y una práctica médico-psi atrapados en el dilema de unos efectos limitados y aleatorios, obtenidos a costa de largos y costosos esfuerzos sobre un número restringido de personas cuidadosamente seleccionadas [CASTEL… pp. 249-250], un sin fin de escuelas rivales de clara vocación anti-intelectualista y más inmediatista, pronto se va a hacer con el espectro norteamericano de lo mental. Todo para que ahora sea la vida normal la necesitada de una terapia de la normalidad [CASTEL… pp. 268-270]. Pero que sea la sociedad norteamericana la necesitada de unas técnicas capaces de desarrollar el potencial de lo humano, para así conseguir autonomía y tranquilidad en medio de un mundo alienado y gris, no debe resultar extraño si tenemos en cuenta la referencia que por entonces son la Guerra Fría y sus epifenómenos (Vietnam, Cuba) más la propia conflictividad civil que interiormente vive el país.
     En breve continuamos…